La casa encendida.
18 de febrero de 2010
La pobreza y la discriminación de género están íntimamente conectadas. Se calcula que el 70 por ciento de la población que vive en la pobreza absoluta es mujer. Casi dos tercios de las mujeres de los países en desarrollo ocupan puestos vulnerables como trabajadoras por cuenta propia o en trabajos familiares no remunerados. En Asia meridional y el África subsahariana, este tipo de trabajo representa más del 80% de la totalidad del trabajo realizado por mujeres. Casi dos tercios de los adultos que no saben leer en el mundo son mujeres.
Las mujeres son con frecuencia las primeras en ser obligadas a abandonar la escuela cuando la familia difícilmente puede afrontar las tasas escolares. Ellas son también las últimas en ser llevadas a un centro de salud cuando necesitan atención médica. Esta injusta situación se traduce en la falta de posibilidades para alcanzar un empleo seguro, para obtener unos ingresos propios, para acceder a la formación… En definitiva, para tomar decisiones sobre su propio futuro. Ante esta realidad, el Comercio Justo se configura como herramienta de desarrollo para las mujeres en las comunidades con las que trabaja. La igualdad entre el trabajador y la trabajadora y el respeto por sus derechos son pilares básicos en este comercio alternativo. Queremos dar el papel principal al Sur y conocer de primera mano su experiencia, su realidad como trabajadoras y como mujeres.
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